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28.8.10

Illas Cíes, paraíso natural



N.C.
Podríamos llamarlo injusticia. Tenerlas tan cerca y valorarlas tan poco. Lo cierto es que no todos los gallegos las han visitado y pocos son los que conocen el entorno paradisíaco sobre el que las Illas Cíes se erigen. Esta situación exige una pequeña reflexión.

Siglo XXI. Paisajes urbanos que devoran territorios naturales, fábricas de chimeneas humeantes, vehículos con cláxones estridentes, edificios altos, grises y mudos, estrés en la rutina diaria, la soledad urbana entre la multitud de hormigas transeúntes, motores de máquinas que rugen en cualquier esquina...

N.C.

A unos cuantos kilómetros de todo esto, nos encontramos un territorio que permanece inalterable al devenir del ser humano (o casi). Unas islas atlánticas en las Rías Baixas, a las que se accede a través de embarcaciones que circulan desde Vigo o desde Cangas.

Dispone de tres playas. Un periodista de The Guardian, que se dedicó a examinar playas a lo largo y ancho del globo, calificó la playa central de las Cíes como la mejor playa del mundo. Y nosotros, los gallegos, apenas sin enterarnos. No dudo que, en otros países, en otros continentes, existan playas que puedan competir con las de las Cíes, pero estoy seguro de que esta playa ocupa un lugar prominente en el ranking de mejores lugares del mundo..

N.C.

Estoy seguro de que si fuera necesario viajar hasta Malasia, a cualquier país del Caribe, o a cualquier territorio australiano lejano, para visitar esta playa, al poner los pies en la arena nos quedaríamos boquiabiertos y nuestras primeras palabras estarían dedicadas a expresar las maravillas del lugar. Pero como está aquí al lado, como al fin y al cabo resulta tan fácil ir a las Cíes, pues terminamos teniendo la idea de que ‘boh, no son para tanto’... Pero, créanme, lo son.

Visité las Cíes en junio de 2010, con ese ambiente mágico que marca el inicio del verano y sin las incomodidades de la multitud de turistas que se conglomeran en zonas de interés. Cuando el último barco parte de la isla y la noche lo invade todo, en el cielo se puede contemplar hasta el polvo de las estrellas. Sin contaminación lumínica. Te sientes alejado del ambiente urbano y, en cierta medida, despojado de la civilización que a tan pocos kilómetros de distancia, nos afanamos en construir.

N.C.

Por el día, tienes la posibilidad de recorrer las rutas señalizadas como, por ejemplo, la existente hasta el faro o hasta ‘a pedra da campá’, un territorio elevado en la isla en la que existe una piedra con un agujero que tiene forma de campana. Todo ello aderezado por caminos cuidados que para nada afean el paraje.

Las islas son un territorio prácticamente virgen, con unas pequeñas construcciones: hay un par de bares, un dique construido recientemente para y alguna casa antigua que en la mayor parte de los casos son de titularidad pública.

Sin embargo, no siempre hubo la pretensión de conservar las Illas Cíes tal cual. Un apunte de uno de los compañeros con los que hice la visita, me dejó sorprendido. Franco quiso dejar su firma en tan imponente territorio. ¿Y qué se le ocurrió para dejar su huella histórica en el lugar? ¿Alguna escultura? ¿Un edificio arquitectónicamente acorde con los preceptos del ‘imperio’ del centinela de occidente? Nada más lejos de la realidad. Su original ocurrencia fue la de colocar en la isla un bloque de hormigón. Así de sencillo. Un simple y pesado bloque de hormigón (tal vez como metáfora de su legado histórico). No he comprobado la veracidad de la afirmación pero todo apunta a que fue así. Por fortuna, la increíble obra ya fue retirada y las islas respiran liberadas del peso franquista.

No quiero despedir este artículo sin ofrecer un consejo importante: si visitas las Cíes: precaución con las gaviotas. Nunca fueron un animal de mi devoción, y mi paso por la isla no me provocó precisamente un flechazo por las ratas del aire. Sé que se trata de un animal necesario e imprescindible para el sistema natural, pero si están lejos, mejor. Son, en cierta medida, las guardianas de la isla. Revolotean los cielos a la espera de que algún visitante despistado abandone un poco de comida para recogerlo. Pero, con un poco de paciencia, uno acaba acostumbrándose a ellas.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Qué grande eres, Santi! Que sigues a tu mismo blog.

Santi dijo...

jajaja, hombre! soy su mayor fan xD