El baile de los vampiros (1967).Disculpe, sus colmillos están en mi cuello

Desternillante hasta decir basta. Quién iba a decir que, con su salto a Hollywood, Roman Polanski iba a sorprender con una de vampiros. Eso sí, no se trata de una de vampiros al uso sino de un sentido homenaje, en forma de parodia, a todos sus antecesores en el género.

El doctor Abronsius llega con su fiel acompañante a tierras transilvanas para demostrar la existencia de los vampiros. Ningún lugareño quiere confirmarlo pero una serie de casualidades llevará a los dos forasteros al mismísimo castillo del señor conde.


Nadie antes había hecho una parodia de los films de vampiros y, por ello, la película de Polanski respira originalidad por todos los costados. Arranca con fuerza: en medio de una noche cerrada, unos lobos atacan el carruaje en el que viajan el doctor Abronsius (Jack MacGowran) y su discípulo (Roman Polanski) para llegar a una posada en tierras del este. Abronsius, un genio loco e incomprendido, se queda dormido durante el ataque canino. Los intentos por despertarlo son vanos.

El elenco de personajes que se pasean por las imágenes de El baile de los vampiros no nos da una tregua de seriedad. Desde el carpintero del conde -un jorobado que luce todas sus encías al viento-, el hijo homosexual del conde que siente una desmedida pasión por el discípulo de Abronsius o los 'folclóricos' -por denominarlos de algún modo- individuos que pueblan la taberna.


Llama la atención la figura de la hija del posadero, interpretada por la que sería la mujer de Polanski, Sharon Tate. El asesinato de la actriz, a manos de la familia de delincuentes de Charles Manson, un año más tarde, contribuiría más, si cabe, a colocar este film en la leyenda de la historia del cine.